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La intervención adulta en el juego

Los adultos tendemos a intervenir continuamente en el juego de los niños. Intervenimos con nuestras ​palabras cuando les decimos “¡hala!”, “¡muy bien!”, “no, así no”, “dale la vuelta”, “tienes que apilarlos en ​orden”, “ese va primero”…

Intervenimos también con nuestros cuerpos cada vez que usamos sus juguetes delante de ellos, los ​apilamos, les damos instrucciones o les cogemos la mano con cariño para guiarles y que puedan encajar ​las piezas de un puzle cada una en el lugar que le corresponde. Lo hacemos con buena intención y con ​amor. Pero sin querer, quizás estemos siendo, otra vez, algo arrogantes. Pensamos que ellos lo hacen ​mal o que todavía no saben y les guiamos para que usen cada material y cada juguete de la manera en la ​que nosotros consideramos que deben hacerlo.

Los vasitos apilables, por ejemplo, mi hijo no los ha utilizado como “apilables” hasta tener año y medio ​aproximadamente. Pero hasta entonces los ha usado muchísimo: desde muy bebé con solo 3 o 4 meses ​ya los cogía, soltaba, miraba cómo ruedan, los mordía, los giraba, los lanzaba escuchando cómo ​chocaban en el suelo o entre ellos. Después comenzó a encajarlos uno dentro de otro y verlo era ​precioso: probaba, veía que no encajaba, volvía a probar. Desde fuera, si no intervienes y observas, ​descubres muchas cualidades: paciencia, perseverancia, frustración. También ha jugado a que eran ​vasos, a meter otros juguetes dentro, ponerlos encima de piezas de madera, nueces, piedras, tapar ​cochecitos… Al final, ha aprendido a apilarlos también en una torre. También le ha llevado mucho ​tiempo. Aun así, seguramente también hemos intervenido en varias ocasiones: a veces yo he jugado con ​él y su padre también y los amigos o la familia cuando vienen a casa y habremos interferido en su forma ​de jugar de alguna manera aunque haya sido sin darnos cuenta.

Pero hacer el ejercicio de observar desde fuera sin enseñar directamente “cómo” hay que jugar o ​relacionarse con un objeto es muy interesante.

“Intentar enseñar a un niño algo que puede aprender por sí mismo, no solo es inútil sino también ​perjudicial” decíaEmmi Pikler

¿Soléis hacer este ejercicio? ¿Habéis notado alguna vez cómo se ha modificado la manera de jugar de ​vuestros hijos e hijas en función de alguna intervención más o menos evidente por vuestra parte o la de ​otro adulto? ¿Hay algo de soberbia o inseguridad en nuestras intervenciones?